“Un despertar en Degollado, Jalisco”
“caminante, camina por las
calles de mi pueblo y disfruta de todo, de lo bello de este suelo”
Hablar de esta tierra es hablar
de sueños, personas, momentos y lugares que han trascendido más allá de los
límites del tiempo y el espacio. Un pueblo que ha vivido transformaciones a lo
largo de los años; nació, cerca de 1848, con un firme propósito: ser un pueblo
nuevo.
Hay un espacio que ha sido
testigo de los anales de Degollado, que por sus características únicas se
distingue de entre cualquiera de nuestra región; encanta y obtiene, de quien la
conocen un elogio, es la Plaza Hidalgo, conocida por los degolladenses como la
Plaza Principal.
Se debe su visión a uno de los
fundadores y planificadores, Jesús Navarro. Es sabido que en sus inicios era
solo un espacio vacío con un piso de tierra; pasados los años de la unificación
como municipio, cerca de 1901, empezó a cobrar forma en rústicos jardines con pinos,
protegidos por alambrados de púas que evitaban la entrada a los animales.
Por su trazo se distinguían dos
círculos; la centro donde se construiría el kiosco, solo podían estar las
familias ricas, custodiadas por las autoridades municipales; el exterior era
destinado para las demás personas a quienes no se les permitía el ingreso con
los ricos.
Para los trabajadores y la
gente de menos ingresos económicos se hizo una costumbre dominical las caminatas alrededor de la plaza, sobre
todo los jóvenes que asistían con la intensión de cortejar a las señoritas
ofreciéndoles en los primeros años, flores de tela confeccionadas por las
señoras de la población, tiempo después con ramitos de gardenias, confeti y
serpentinas.
Durante el periodo de Juan Silva, entre 1902 y
1904, se instalaron bancas de cantera, se construyó el kiosco, muy similar al
de Ayotlán y otros lugares, con una estructura metálica sobre una base de
cantera. Una vez terminado, este mismo presidente, donó los instrumentos y
uniformes para la primera banda municipal, que además fue la encargada de
amenizar la inauguración del espacio.
A partir de entonces todos los domingos, después
de la misa de la tarde, la población esperaba la serenata, que no duraba mucho,
ya que no había iluminación.
De todas las historias que aquí
se han vivido, no podemos olvidar la del 24 de diciembre de 1917, fecha en que
“La Plaza” se bañó con sangre de muchos de los habitantes, cuando José Inés
Chaves García con sus tropas lo masacró. En honor a los inocentes asesinados se
erigió un monumento con un ángel como símbolo de renacimiento.
Conforme el tiempo pasaba y las
malas vivencias se superaban el crecimiento de la población se hizo evidente,
nuevas generaciones, nuevas costumbres, nuevas necesidades. “La Plaza” se
consolido por excelencia como el lugar de los eventos importantes: recepción de
personalidades, fiestas patronales, fiestas patrias y hasta familiares,
coronación de reinas y mítines políticos.
Como todo espacio, este se fue
adaptando al desarrollo de los habitantes para cumplir con su función, ser un
centro de recreación y esparcimiento para las familias. Durante la presidencia
de J Jesús García Lomelí, entre 1953-1955, se cortaron los pinos para poner
palmas y se construyeron fuentes, de forma hexagonal, en los pasillos
centrales, estas servían para abastecer de agua a la población.
Otras de las
adecuaciones se hicieron cuando Ramón López Aguirre fue alcalde, pues gracias a
él se electrifico gran parte de la población, incluida “La Plaza, lo que
permitió poner la primer luminaria en el techo del kiosco, para esto fue necesario
modificar, para esto fue necesario modificar su forma original. Al círculo
central se le colocó cantera, a los pasillos mosaico de color amarillo y rojo y
a la parte exterior concreto.
Siendo presidente
Enrique López Aguirre y con el objeto de dar más estética al lugar, se pusieron
barandales metálicos a los jardines, se cortaron las palmas para poner rosales,
se plantaron árboles y pinos bajos; se quitaron las bancas de cantera, para
reinstalarlas en la calle de ingreso al panteón, en su lugar pusieron metálicas
y de concreto.
En esos tiempo, las ferias durante las fiestas
de diciembre, tal como ahora, se realizaban alrededor de la plaza, las
gardenias se cambiaron por rosas; se hizo tradición de jugar a la lotería de
Margarito Bustamante, ¡Era Grandísima!, ocupaba casi media cuadra de la calle,
había colgados premios muy bonitos y vistosos. Muy cerca, doña Bernabé Castro y
su hermana Juanita Castro vendía buñuelos endulzados con piloncillo, atole de
masa, para sentarse tenía unas bancas hechas de madera, al centro un bracerito
donde calentaba el atole y el dulce, y si alguien quería limpiarse las manos,
prestaba una franela húmeda, está la utilizaban todos los comensales; el toque
acogedor lo daba la media luz de una lámpara de petróleo que ponía junto a
ella.
Es muy importante
mencionar a Francisco aguayo, talentoso artesano de la cantera, quien labró los
primeros monumentos que nos recuerdan la historia y que fueron colocados en
este espacio central.
Sobre la explanada,
por la calle Morelos, estaba la estatua de Hidalgo, en 1955 fue removida y
ubicada en la ahora escuela Ángel S. Bravo, lugar en el que permanece; se
colocó, por iniciativa ciudadana, un busto de Jesús Navarro; en esa misma
dirección, por la calle Obregón, se erigió un monumento a uno de los grandes de
Degollado, Manuel Arellano Hernández.
Ya en la época actual como resultado de sus última
remodelación, se eliminaron los barandales para hacer jardineras, se renovó la
cantera del piso, las bancas metálicas y de concreto las quitaron para poner
otras hechas de cantera, se reinstalo la figura de Santos Degollado,
anteriormente ubicada junto a la escuela Leandro Arellano, frente a la
Presidencia y se construyó, por la calle Defensores, un asta bandera para darle
honor de Plaza Cívica.
“La Plaza” es un
testigo fiel de momentos buenos y malos, un espacio de recuerdos que se
quedaran guardados como sueños, que luego darán vida.
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